Un niño que no es escuchado no reconocerá su propia voz ni tomará conciencia del poder de la palabra definitiva que es él mismo.
Los niños sin abrazos serán adultos cuyas manos no pararán de moverse y agitarse,
haciendo compulsivamente, pero sin latido y actuando con prisas, pero sin conciencia.
O, por el contrario, quedarán petrificados, inermes y sin posibilidad de ubicarse convenientemente en el espacio social que les corresponde.
Si un niño es mirado derramará luego sus ojos sobre el mundo;
El niño es el inicio, la puerta, el primer paso, el esbozo y la promesa del Hombre que
duerme en su interior.
El niño engendra al adulto que será y le alimenta con cada experiencia que vive.
Todo hombre tiene por padre y madre al niño que fue. Por eso, cuidar a un niño, a una niña, es cuidar a toda la especie humana."
José María Toro
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